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Thoreau

«Estaba dotado de un sentido riguroso de la probidad. Era muy exigente consigo mismo en lo tocante a su propia independencia de criterio, y consideraba que todos los demás seres humanos debían cumplir en igual medida con esa obligación. No tuvo una profesión fija, aunque practicó varias; se rehusaba a renunciar a su gran ambición de conocimiento y de acción a cambio de un oficio estrecho o limitado; su vocación era mucho más amplia: pretendía ejercer el arte de saber vivir. “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente —escribe—, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido.»
No se casó, vivió solo, nunca fue a la iglesia, no votó, se negó a pagarle al Estado un tributo que a su juicio era injusto, por más que le costara la cárcel. Aunque era un naturalista, jamás recurrió a las armas ni a las trampas del cazador…

…Quería ahorrar “tiempo”: tiempo para leer, tiempo para los lenguajes no escritos (los ruidos del campo y del bosque), tiempo para caminar solo, tiempo para la amistosa conversación, tiempo para conocer el cosmos. “Jamás ningún hombre ha valorado tanto el ocio como Thoreau”, afirma el crítico Oscar Cargill.»

Introducción  a «Walden – La vida en los bosques»; Henry David Thoreau.-


 

 

 

Subrayados…

 

«Ahora tienes claro que llega un momento en que la vida se acaba y que en ese momento el miedo desaparece con ella. Ese miedo es finalmente la ma­nifestación de la vida. Cuando la conciencia y el conocimiento desaparecen, todo se acaba en un instante, sin tiempo a hacerse a la idea, y sin que tenga algún sentido. La búsqueda del sentido de la vida ha sido tu sufrimiento, con tu compañero de infancia ya hablabas de eso. Sin embargo, por aquel en­tonces no habías vivido casi nada, mientras que ahora ya has probado todos los sabores — agrio, dulce, amargo, picante — de la vida. Es inútil, no sirve de nada buscar ese sentido, resulta ridículo; mejor aprovechar la vida, y, al mismo tiempo, observarla.»

 

Fragmento de «El libro de un hombre solo» de Gao Xingjian.-

 

 


«Diario de un seductor» (fragmento)

 
 
«No pertenecía al mundo real, pero tenía con él mucha relación. Penetraba en él muy hondamente; no obstante, cuanto más se hundía en la realidad, quedaba siempre fuera de ella. No es que le sacara fuera un espíritu del bien, ni tampoco uno del mal; nada puede afirmar en su contra…
Padecía de una exacerbado cerebro, por lo que el mundo real no tenía para él suficientes estímulos, excepto en forma interrumpida. No se alejaba de la realidad por ser demasiado débil para soportarla, sino demasiado fuerte y precisamente en esta fuerza residía su dolencia. Apenas la realidad perdía su poder de estímulo, se sentía desarmado y el espíritu del mal venía a acompañarle. De eso, él tenía conciencia en el instante mismo en que le incitaban y en esa conciencia estaba el mal.»
 
 

«Diario de un seductor»;  Sören Kierkegaard.-


«La mendiga»

«La mendiga bajaba siempre a la misma hora y se situaba siempre en el mismo tramo de escalinata, con la misma enigmática expresión de filósofo del siglo diecinueve. Como era habitual, colocaba frente a ella su platillo de porcelana de Sèvre pero no pedía nada a los viandantes. Tampoco tocaba quena ni violín, o sea que no desafinaba brutalmente como los otros mendigos de la zona. 
A veces abría su bolsón de lona remendada y extraía algún libro de Hölderlin o de Kierkegaard o de Hegel y se concentraba en su lectura sin gafas.
Curiosamente, los que pasaban le iban dejando monedas o billetes y hasta algún cheque al portador, no se sabe si en reconocimiento a su afinado silencio o sencillamente porque comprendían que la pobre se había equivocado de época.»

Mario Benedetti.-


«No sé si me importa un pito…»

«No sé me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!»

Olivero Girondo: (Buenos Aires, 1881 – 1967) Poeta argentino.-


«El hombre mediocre» (fragmento)

«Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en tí el resorte misterioso de un Ideal. Es cáliz sagrado, capaz de templarte para grandes acciones. Si ella muere en tí, quedas inerte, fría bazofia humana. Es el penacho de tu temperamento e innumerables signos la revelan: cuando se te anuda la garganta al recordar la cicuta impuesta a Sócrates, la cruz izada por Cristo, cuando te abstraes en lo infinito leyendo un diálogo de Platón, un ensayo de Montaigne, cuando tus sienes se hielan de emoción al declamar una estrofa de Musset que rima acorde con tu sentir; y cuando, en suma, admiras la mente preclara de los genios, la sublime virtud de los santos, la magna gesta de los héroes, inclinándote con igual veneración ante los creadores de Verdad o de Belleza.

Es de pocos esa inquietud de perseguir ávidamente alguna quimera, venerando a filósofos, artistas y pensadores que fundieron en síntesis supremas sus visiones del ser y de la eternidad, volando mas allá de lo real. Los seres de tu estirpe, cuya imaginación se puebla de ideales y cuyo sentimiento polariza hacia ellos la personalidad entera, forman raza aparte en la humanidad: son idealistas».

Fragmento de «El hombre mediocre» por José Ingenieros: (24 de abril de 1877, en Palermo (Italia); 31 de octubre de 1925 en Buenos Aires), Médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo ítalo-argentino.
            


Miquel Martí i Pol (poesía)

 
 
«Cada mañana, antes de salir de tu casa,
lávate los ojos con agua destilada
y frótate las arrugas con papel de lija.
Tal como el pez que remonta ciegamente el río
Aguza el gesto, que el agua no te detenga,
y apréndete bien el contorno de cada piedra.
Cada mañana, antes de salir de tu casa,
aspira vientos con la ventana abierta,
mastica raíces de hierbas amargas,
perfúmate los sobacos con  limón
y afílate dientes y uñas,
que, cuando cambie de luna
-y cambiará, compañero, no lo dudes!-,
no tengas que aplicarte emplastos ni unturas
para soportar el impulso de las nuevas mareas.»
 
 

Miquel Martí i Pol: poeta y ensayista catalán nacido en Roda de Ter en 1929.

 

Hanif Kureishi

 

«He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer. Puede resultar doloroso, pero no tiene por qué ser una tragedia. Si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo. Sin duda, evolucionar constituye una infidelidad…, a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Tal vez cada día debería contener al menos una infidelidad esencial o una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro…, una afirmación de que las cosas pueden ser no sólo diferentes, sino mejores.» *

*Fragmento de «Intimidad» ; Hanif Kureishi: novelista, autor teatral, guionista y director de cine británico.-